Conspiración.

A este paso todos los curas del mundo van a resultar pederastas, y todas las monjas alcahuetas. A los reclamantes, corifeos, manifestadores y víctimas -de todo habrá- se les va a quedar pequeña la vocera, porque el universo estará plagado de católicos perdularios, más pecadores que Nerón, a quien apenas se le fue la mano cuando lo del incendio. Al mismísimo Papa le están sacando los colores, porque algún día pudo conocer a alguien que se rindió al nefasto vicio que tantos profesores, políticos y padres de familia practican, sin que la vocinglería quiera acabar con la enseñanza, los referendum y el Código civil. Pero con la Iglesia antes se topaba uno y ahora se la topa, que está de moda hacer leña y quemar residuos, haciendo un fétido humo que respiran los pulmones estercolados de los acusadores. Esto me recuerda lo de Nüremberg, cuando los arrasadores de Dresde y de Nagasaky juzgaban al rector de la Universidad porque no se había ciscado en el Führer. Esto, en realidad, me recuerda el Evangelio, cuando Jesús ya dijo que los suyos iban a ser perseguidos y escarnecidos e insultados, pero que la Iglesia no iba a perecer. O cuando hablaba de ellos, los verdugos parloteadores,  como de  sepulcros blanqueados, que por fuera parecen tan monos y por dentro ya veis, no tienen más que podredumbre. A este paso, a quienes hemos estudiado en colegios religiosos nos van a mirar por la calle o por facebook como violados y maltrechos alumnos de los íncubos a contrario, con su roquete bordado en rosa al estilo de Rock Hudson, ese mocetón a quien aún no le han sacado el complejo de niño manejado por algún cura réprobo. Mientras damos subvencioes a los travestis, gays, putas y transexuales, creamos una historia fementida y atacamos todo lo que huela a incienso o suene a plegaria. Una cosa es el odio a la infamia y otra el odio a la verdad. Y no es verdad que la Iglesia sea un pozo de corrupción y todos sus miembros prosélitos de una masonería pederástica. Los que de verdad nos meten mano son otros, los que manejan ese tinglado de mierda y buscan el mal de la buena gente. La otra, la mala, está por todas partes, incluso en nuestra propia cocina. No sólo en las sacristías.

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